Correr Descalzos

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#42718
Crónica del Retorno

28.10.18 | Media Maratón de Lucerna | Descalzo | 3 graod scentígrados | suelo húmedo
1h 28min 08seg


Septiembre 2018

Después de cuatro años corriendo una cosa me queda clara: con motivación todo es más fácil. No quiero decir que con motivación todo se puede, que querer es poder y todo eso, no no. Personalmente soy casi fanático de la preparación y más bien precavido en mis decisiones. Me refiero a la naturalidad con la que uno afronta los retos cuando está realmente motivado.

Tras un verano algo extraño en lo personal, un „Camino del Norte“ que sumaron 501km en 13 días, mucha irregularidad veraniega y una bronquitis que apartó 6 semanas del deporte me sentía bastante apático con el retorno a los entrenamientos. Esos entrenamientos que me habían arropado tantas y tantas semanas en su dulce rutina. No me apetecía. Eso, al que no ama el deporte le parece lo más normal del mundo: pero cómo te va apetecer meterte a subir montes o dar vueltas a la pista hasta quedarte sin aliento!. Pero al que entiende la actividad física como parte de su vida da mucho vértigo, asusta.

La mejor manera de motivarse es tener una visión (nada religioso, chic@s ;-), me refiero a verse proyectado a si mismo en un futuro que le resulte sugestivo, placentero, épico, curioso, etc. Y a mi me daba vueltas por la cabeza que quizá era hora de retomar el descalcismo. Casi un año he estabe prescindiendo del placer del suelo por culpa de una bursitis en los metatarsos derechos. A esto le faltaba la sal y pimiento: una media maratón. Tenía 8 semanas para preparar la media maratón de Lucerna. El tiempo me daba igual. Solo quería terminarla descalzo. Mi mejor marca en media descalzo era de 1:32’. Y, aunque mi mejor marca en media es de 1:27’, por entonces no pensaba que pudiera superar los 92 minutos en solo 8 semanas después de un año sin curtir el cuero. Pero me sentía motivado. Y no creo que los que leen esto no sepan de qué estoy hablando. Es cuando de repente todo tiene sentido, y las ganas vuelven como si nunca se hubieran ido.

Comencé los entrenamientos con gratas sorpresas. No parecía que hubiera perdido tanto. Zonas de asfalto que desde el principio me parecieron muy abrasivas las iba superando con cierta naturalidad, casi como cuando dejé el descalcismo hace un año. A mi favor estaba la experiencia: sin prisas pero sin pausa. Esta vez no forzaba situaciones. Sabía que el proyecto pendía de un hilo. El tiempo era demasiado justo como para tener que parar una o dos semanas por culpa de un golpe, un corte, una ampolla o lo que fuera. Las molestias de la bursitis acechaba a cada momento. Sentía cierta tensión por la situación: ¿y si la bursitis no está del todo curada y vuelve implacable?. Sentía alguna molestia en casa caminando pero no evolucionaban corriendo, es más, corriendo desaparecian y no regresaba hasta un día o dos después. Tuve que lidiar con la situación e incluso aceptar que soy un yonqui del descalcismo: Sé que esto me puede hacer daño pero no puedo dejar de hacerlo, me gusta demasiado. También recuerdo comenzar los entrenamientos de calidad con muchas ganas pero tener que abandonar muchos de ellos en cuanto los pies daban señales de desgaste o ligeros dolores en los metatarsos. Cualquiera que entrene calidad sabe que los entrenos no se dejan a la mitad. Pero esta vez la prudencia debía imponerse.

Octubre 2018

Y así fueron pasando las semanas avanzando hacia lo que se convirtió un sueño para mi: Correr la media maratón descalzo por debajo de 1:30’ (un clásico ;-). No es que las tuviera todas conmigo pero la evolución había sido casi de manual (siempre poco a poco y a más) y me sentía fuerte. Tiradas de 22km descalzo sin molestias ni ampollas con ritmos en los últimos kms de 4:20/km me avalaban (recordemos que 21km en 90min salen a 4:16/km). No iba a ser fácil pero era realista.

Pero la vida es mucho más compleja que nuestros sueños estirilizados. Después de un otoño veraniego y soleado resulta que el fin de semana de la carrera se acercaba una borrasca. Las temperaturas iban a bajar y la lluvia podian emborronar este dulce sueño. Estuve 10 dias mirando la previsión del tiempo de manera obsesiva. No había duda: La carrera sería con temperaturas por debajo de 6 grados y si no llovía en la carrera no cabía duda de que el suelo estaría mojado desde el día de antes.

Cuando dejé el descalcismo en el octubre del 2017 tenía clara una cosa: Correr descalzo con frío y suelo húmedo no hace ninguna gracia, es decir, „no se puede“, o dicho de otra manera „yo no podía“. Así que después de 8 semanas ilusionado y viendo acercarse un gran día tenía que aceptar que no iba a poder ser. Es duro pero es así. Y el que lleve ya un tiempo corriendo bien lo sabe. Este deporte puede ser arto ingrato. Da igual lo disciplinado que uno haya sido durante semanas y meses, cualquier nimiedad te puede estropear el día sin pestañear y, por supuesto, sin disculpas. Correr es así, como la vida misma.

¿Qué podía hacer? Evidentemente correr. No me iba a quedar en casa. Pero mis dudas divagaban entre calzarme y salir a dar un paseo (el tiempo calzado no me interesaba, sabía que no estaba para tirar cohetes) o salir descalzo y a ver cuantos kilómetros aguanto antes de intentar ponerle unos calcetines a unos pies que mis ojos dicen que si, que son mios pero que los siento como si fueran de otro. Yo no se si muchos de vosotros habeis estado en una situación asi (quiero imaginar que si) cuando la cabeza y el corazón lidian encarnizadamente por ganar una decisión que se demora y demora hasta lo insoportable. El día antes de la carrera la información parecía definitiva: unos 4 grados y suelo mojado aunque sin lluvia durante la carrera. Suelo que habría estado toda la noche a remojo a temperaturas cercanas a los cero grados. Parecía que la evidencia iba a imponerse.

Domingo 28 de Octubre del 2018

Suena el despertador a las 5:00am y lo primero que hago tras conseguir abrir el ojo derecho es revisar el parte metereológico. No se si esperaba ver un sol reluciente con unos cómodos 12 grados (el hombre del tiempo también se equivoca) pero más bien me encuentro con todo lo contrario: augura una carrera en remojo. Hay que aceptarlo. Joder!, hay que aceptarlo. Uno simpre intenta dulcificar estos momentos con humor y un poco de ironía si cabe, pero en algún lugar recondito sentía tristeza. El consuelo de la razón no me bastaba. Ea, me hacía ilusión, qué le vamos a hacer. En el tren (somos 8 del club) vamos charlando de nuestros objetivos, estrategias y bromeando del día duro que nos espera. Al llegar a Lucerna nos encontramos con un panorama algo más benévolo, al menos no llueve. Pero compruebo que el frío es lo esperado y que toda la ciudad está mojada, llevará así desde ayer por la mañana que comenzó el temporal. Por supuesto mis compañeros no reparan en eso. A ellos les da igual si el suelo esta seco o mojado. Nos encaminamos a recoger los dorsales y a los vestuarios. Solo el paseo hasta el pabellon me enfría los pies. Dios mio, y voy con zapatillas y calcetines!!. Debo decir que para una maratón con más de 10000 corredores recoger el dorsal hora y media antes de la salida nunca me pareció más fácil. Fué llegar y salir (bravo por la organización). Ya en los vestuarios mis compañeros comienzan a bromear. Les comunico que he decidido salir descalzo y ver cuanto aguanto. Las zapatillas (merrell vapor glove) y los calcetines me los llevo en una mochila de correr. Me dicen que me deje la mochila en el vestuario, que si me la llevo terminaré por calzarme. Que cabrones!!. Contraataco y le reto a uno de ellos a dejar la mochila en el vestuario si el corre sin camiseta (estamos hablando de 3 graditos). Por supuesto no acepta el reto. En fin, cosa de hombres, „gallitos de gallinero“.

Salimos a calentar 20min antes de la salida. La verdad es que hace fresquete, uf. Llevo las zapas puestas. En el caso de quitarmelas que sea justo antes de correr, que al menos me dé tiempo a estar un poquito caliente. En mi cabeza sigue rondando la idea de que es imposible que mis pies aguanten esas condiciones. Correr descalzo con muchos corredores es siempre un poco irritante en las aglomeraciones. Los descalcistas tenemos eso: nos gusta ver qué hay en el suelo. Decido salir en el segundo bloque (entre 90 y 95min) y esperar a que avancen para tener algo de espacio y visibilidad. Nos vamos despidiendo y ubicándonos. En el momento en que me quedo solo rodeado de corredores ajenos me pregunto si estoy en mi sano juicio. Desde que me sedujeron las ideas del descalcismo no he dejado de sentir curiosidad por lo que se puedo y lo que no. Y no siempre me ha salido bien. Pero muchas de las veces las impresiones me han engañado y el resultado sorprendido. Quedan 20 segundos para la salida. Me quito las zapatillas y las meto en la mochila. El primer contacto no es traumatico ni mucho menos, es más, es incluso esperanzador. Y ahí estoy yo a 3 grados en una Lucerna medio invernal y húmeda descalzo, con mis pantalones cortos pero camiseta térmica larga y guantes esperando a que nos suelten. No tardo en percibir los comentarios y las miradas. Estoy acostumbrado pero esta vez les doy la razón: Hay que estar fatal de la azotea.

Se escucha el pistoletazo del segundo bloque, el mio. Veo como empiezan a moverse. Dejo ir un poco el grupo y me pongo en movimiento. Por fin, por fin estoy aquí, en esta carrera que llevo esperando un año, en esta media maratón que se me hace la más ambiciosa: llegar a la meta. Cada paso paso lo disfruto como si fuera a ser el último o el penultimo porque no sé en que momento dejaré de sentir los dedos y el dolor será más que el disfrute. Es solo una idea porque de hipotermia no hay de momento ni rastro. Es temprano, estamos solo en el principio. Los primeros 1000m los celebra mi reloj con su desapasionado pitido. 4:11“: vaya, lento no es. En seguida me doy cuenta de que mi estrategia no fué buena por que alcanzo el pelotón y me encuentro rodeado de corredores. Los voy sorteando en zigzag, buscando huecos con cuidado de no pegarles una patada a sus delicadas zapatillas con mis rudos dedos del pie. Ni que decir que no dejo de escuchar por todas partes „Barfuß, Barfuß“ (descalzo). Es normal. Entramos en el centro de la ciudad, hermosa, antigua, triste y mojada pero gloriosa por ser un dia hoy de fiesta y estar yo aquí celebrandolo corriendo como a mi me gusta a pesar de todo. Estoy en el km 2 y no se ya cuantas veces me he emocionado pensando que es increible, que aquí estoy y aquí sigo con mis propios pies después de haberlo dado todo por perdido. Contra todo pronóstico empiezo a tener los pies en perfecto estado e incluso templados (calientes sería exagerar mucho). Quizá es solo una sensación pero a mi me basta. Seguimos avanzando, sigo adelantando, cada vez hay más huecos, más visibilidad, consigo relajarme, ponerme cómodo y disfrutar de la travesía. No es hermoso? Me pregunto sin necesidad de responderme. Ya no miro el reloj, ni lo miraré. No sé a cuanto voy ni me importa. Solo quiero prestar atención a mis pies, a lo que necesiten, mimarlos, a sus pies, darles todo el cariño del mundo porque parece ser que me están llevando allá donde una vez soñé. El asfalto se me hace aceptable km a km. Será que en Basilea tenemos el peor asfalto del planeta? O será que no hay mejor analgesico que un buen chute de adrenalina y un dorsal?. Llego al km 5 en perfectas condiciones. Bien!. Queda mucho pero algo es algo. Qué media maratón no pasa por el km 5? Comienzo a especular, a pensar en los siguientes 5km. Solo quiero que no pase nada, que me dejen así como estoy. Comienzan las subidas. No son muchas aunque estan todas entre el km 5 y 8, en total saldrían unos 150m de desnivel. Más miedo me dan las bajadas. Ahí te cepillas los piés con poca emoción que sueltes. La gente sigue animándome sin saberlo: „Barfuß“, „Barfuß“. Y yo pensando: quién me hubiera dicho a mi esta mañana que llegaría hasta el km 10 para arrancar a los espectadores esa palabra mágica.

Estoy casi a la mitad. El 10 ya ha quedado atrás. Los pies han abandonado esa tibiez apacible para pasar a un frío neutro pero perfectamente soportable. Tengo que concentrarme en el camino porque hay veces que me pongo a divagar y ni caso al suelo le hago. Cuidadito que no sería la primera vez que piso algo y se va todo al garete. Concentrate chacho! que aquí estamos y de aquí no nos movemos. El reloj insiste con sus alarmas burocráticas. Me contento con contar pitidos, los colecciono, me hinchan y me convencen. A cierta altura sobre el km 13 los corredores parecen tomar una curva sobre pedruscos, uff, suerte que la carretera hace la curva aunque mucho más abierta, el trueque me parece justo, hago más metros por no machacar los pies, que todavía quedan 8 y no son pocos. Sin embargo los siguientes 800m sería de un asfalto miserable y lleno de piedrecillas. Bajar el ritmo no me preocupa pero salgo de esa zona con los pies tocados (cagúentó). Me siento como si le hubieran quitado una vida a los pies. Me quedan dos. Vamos a ver.
Me acerco al km 15. Dios mio, el 15!. Apenas puedo creerlo. Estoy llegando al km 15 en una carrera donde no tenía claro que pasare de unos cientos de metros. Y es que llegar al 15 significa que ya va a ser muy dificil que me baje de la burra para ponerme las zapatillas y que con mucho gusto tiraría ahora mismo a la cuneta (por suerte no lo hago). He de confesar que los últimos 6 km de Lucerna son de los más amenos que he corrido en ninguna media hasta el momento. Atravesamos el estadio de fútbol por dentro. El cesped me sabe a bálsamo y me emociona. ¿Cuántas sensaciones no se habrán quedado en el camino esperando a que alguién las recogiera?. Salimos del estadio y me siento fuerte y terco. Los pies están fríos pero aguantan. Cansados pero hoy no iba a ser de otro modo. Comienza a llover y como voy mirando el suelo veo como si las gotas de agua revotaran en el suelo. Eh?. Me fijo mejor y veo que es granizo. Muy pequeñito e inofensivo pero... madre mia! Cómo se ponga ahora a caer pedruscos de hielo la hemos liado. Por suerte no sería el caso. Encarrilamos hacia el KKL, una de las salas de concierto más importantes de Suiza. ¿Os pedeis creer que atravesamos la sala por dentro? Alfombra roja, luces de colores y mucha gente animando. Alfombra roja en el km17!! ¿No es hermoso?. Yo creo estar ya en un sueño. Estamos llegando de nuevo al centro de la ciudad. Joder!, es que es increible!. Cuando pasé por aquí esta mañana hace una hora no pensaba que regresaría de esta batalla quijotesca arrastrando los restos de los molinos. Vamos vamos. Hasta aquí hubiera pensado que mi ritmo lejos de ser lento sí era algo cansino. Demasiado aeróbico para llevar un dorsal al pecho. Sin embargo voy notando cierto desgaste. Y es que correr es correr, no pasear. Evaluo si es realista darle caña en los últimos kms viendo que los pies aguantan. Sin embargo ya estamos en el centro de la ciudad y tras el puente comienza la parte antigua. Adoquines como la palma de mi mano por doquier. Tambien los hay en Basilea. No son los más criminales del mundo pero en estas condiciones comienzan a machacarme inesperadamente. Mucha tela para mis pobres pies. Pero ¿qué se puede hacer?, nadie dijo que fuera a ser fácil. Por el centro de la calle los adoquines son algo mas alargados para apoyar bien el pie pero para mi desgracia son un riachuelo de agua helada, no es opción. Diviso al fondo de la calle el asfalto (una vez me dijo un vendedor de zapatillas que lo peor para correr con diferencia era el asfalto, ese tio no tenía ni puta idea). Venga venga venga. Alcanzo el asfalto y siento un enorme alivio. Noto que comienzo a relajarme. Me queda una vida.
Al fondo veo algo que me hace estremecerme: km 40. Es el cartel de la maraton (en Lucerna la maratón son dos vueltas). Eso significa que estoy a 2 km. Un par de miserables kms. SI!. Mierda mierda, ya está. Vamos vamos. Acelero, no mucho porque 2 no es nada pero se pueden hacer largos. Es una recta casi geométroca que ya conozco de esta mañana. Me queda una vida pero ya no me la pueden arrebatar. Paso por el arco de salida. Aún quedan unos cientos de metros hasta la meta. No se si tengo ganas de gritar o llorar o yo que sé. Mis pies son pura emoción. Llego al edificio que acoge la meta. Me estremezco. Esta mañana pasé por aquí mirando completamente nostálgico hacia el arco de meta con el convencimiento de que llegaría pero no descalzo, que ese placer no me correspondía en el día de hoy. Y pienso en qué momento burlé al destino para convertirme en este heroe efímero que soy ahora. Entramos al edificio. Qué hermoso es cambiar siempre de superficies y sentirlas como si fueran un nuevo episodio de nuestras historias. Solo que a veces son historias de hormigón pulido y muy mojado que resbalan. Escucho al público, que ahora es muy numeroso „Barfuß“ „Barfuß„ justo en el momento en el que el horizonte comienza a girar. El murmullo de la gente me lo confirma. Estoy rebalando en una pista improvisada a apenas 200m de la meta. Creo que durante unos 10m intenté salvar los muebles como pude pero la gravedad siempre gana. Al menos no me caí solo y abandonado, no había habido tanto público en toda la carrera. No siento casi dolor, ni siquiera se si rabia, solo un pequeño descolor en esta meta que se me hace gigante. Me levanto y ya sin vidas me encamino al borde del llanto a esa meta que mis pies quieren tanto como yo. Tardé un rato en fijarme en el reloj y darme cuenta que había corrido por debajo de los 90 minutos.

No podía entender cómo un día tan triste podía convertirse en un día tan de putisimisima madre tan solo por correr una media maratón descalzo a 3 grados lluviosos en 1:28:08“. Fíjate tu que cosas.

Saludos
Joseja
#42720
¡¡Peazo crónica!!
Me alegro mucho.
Yo también tuve problemas con el frío en la Media de Valencia. Aún no he hecho la crónica, pero quiero contarlo todo.
Saludos Barfuss, Barfuss!!
#42739
Gran crónica, gran experiencia y un buen tiempo según cuentas por lo que habías entrenado!

Enhorabuena chaval!
Avatar de Usuario
Por adan
#42755
Necesitaba de tiempo para leer tu gran crónica y hoy he hecho el hueco.
Veo que has tenido una gran experiencia no solo por el tiempazo que te has marcado sino por haberte dado cuenta que con todas esas adversidades lo has logrado, y has disfrutado.
Enhorabuena.
#43408
Mi Segunda „Primera Maratón“

27. Octubre 2019 | Swiss City Marathon (Lucerna, Suiza) | 3h09m28“ | descalzo
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#43409
Mi Segunda „Primera Maratón“

27. Octubre 2019 | Swiss City Marathon (Lucerna, Suiza) | 3h09m28“ | descalzo

Pre-carrera
Hay carreras que uno prepara con esmero y otras mas espontáneas. Tras 4 años de descalcismo sentía que era hora de afrontar mi primera maratón descalzo (mi tercera en total). Mi poca experiencia me dice que la maratón es algo que siempre hay que saber respetar. En agosto comienzo poco a poco a realizar distancias descalzo para adaptar los pies. Se que será mi punto débil, la sensibilidad de la piel a la distancia. Sin embargo en Septiembre ocurre lo que a veces ocurre, un golpe desafortunado del pie contra un bordillo me deja 3 semanas fuera de cualquier entrenamiento, y gracias, que podría haber sido peor. Son momentos de frustración pero uno aprende a tomarlos con naturalidad. Puede pasar, siempre puede pasar. Y si no queremos que pase mejor será que nos quedemos en casa debajo de la manta temiendo siempre lo peor.

Después de este incidente sabía que no podía aspirar a hacer una maratón rápida, pero el hecho de llegar a meta me motivaba suficientemente como para aprovechar las 6 semanas que me quedaban y prepararme lo mejor posible. Creo que fueron decisivos dos entrenamientos: uno de 35km y otro de 38km, este último dos semanas antes de la fecha. Mis pies necesitaban ese anticipo. Mis expectativas consistían en tres claras prioridades: 1. llegar a la meta; 2. por debajo de 3h30m; 3. por debajo de 3h23m (tiempo de mi primera maratón con zapatillas minimalista). Además decido hacer un modesto homenaje a mi compañero de carreras Jorge López y correr sin reloj ni referencia de tiempo, aventura total, él siempre lo hace y me parece un gran corredor.

El día
Son las 5:00, suena el despertador. Igual es difícil dormir la noche antes de la maratón. Son días que uno se levanta con una energía especial: nervioso, curioso, ansioso, optimista. Es normal, el día ha llegado, ese día en el que hemos pensado tantas veces durante tantos entrenamientos, que hemos visualizado tantas veces bajo los efectos de ese curioso coctel fruto de la ilusión y el lactato. Hay entrenamientos que si no fuera por esas visiones sería difícil afrontarlos. Desayuno abundante (son 42km!, y además tengo 4 horas todavía antes de la salida) y reviso el equipaje con esmero. Tomamos el tren de Basilea (donde vivo) a Lucerna. El tren está lleno de corredores. Hoy es la gran fiesta de la carrera a pie y seremos muchos para celebrarlo. Llegamos a las 7:15h. Lucerna esta hermosa. El Sol se levanta al otro lado del lago. El día despierta despejado. Tendremos entre 11 y 19 grados. Hoy el tiempo no será excusa, más bien al contrario, una inspiración.
Tomamos el barco que atraviesa todo el lago hasta el punto de salida (museo del transporte). Para el que no conoce la ciudad este momento puede producirle un shock. Para los que la conocemos es el asombro de no poder acostumbrarse a la particular belleza de esta ciudad suiza y su ubicación al borde del lago rodeada de Montañas alpinas. Son dos horas mágicas que preceden a la salida. Como el año pasado nos lleva apenas 10 minutos recoger el dorsal (algo difícil de creer cuando ves miles de corredores por todas partes: organización impecable!). De aquí solo queda ir a vestuarios, cambiarse, salir a calentar un poco y a la linea de salida.

La Salida
Busco mi bloque, ni me acuerdo cual es. Veo la liebre de >3h15m y la de >3h40m. Decido la segunda para intentar salir tranquilo. La gente se aglomera. Estamos todos listos y el que no ya se dará cuenta. Los dos primeros bloques ya han salido, el mío tardará todavía 2 minutos. Como siempre los corredores a mi alrededor van reparando en mi descalcismo. Como siempre siento las miradas curiosas, chistosas, críticas, escépticas… Los más cercanos me preguntan. Estoy acostumbrado, ya son 4 años. Yo lo tomo siempre con humor y naturalidad. Eso les divierte. Los últimos segundos son siempre de una tensión especial. Ya tendremos tiempo de relajarnos por el camino.

3, 2, 1, Vamos! El hecho de no tener botón del reloj que apretar se me hace extraño pero confirma el tipo de aventura que acabo de comenzar: estoy solo aquí, con mis pies, y me esperan 42km de hermosa incertidumbre. De hecho antes de llegar al km 1 ya siento las primeras lágrimas de emoción. Joder!, estoy aquí, es un regalo de la vida poder estar aquí. El pasado abril quise correr la maratón de Leipzig y no pude por lesión. A cualquiera que le haya pasado sabe de lo que hablo, lo que significar estar en la linea de salida y avanzar los primeros metros: la gratitud es una virtud.

Primera media, La Euforia
Después de los primeros 2 km me encuentro solo, he dejado el grupo atrás. El ritmo sin embargo me parece cómodo. Cruzamos la ciudad y el ambiente es inmejorable. Edificios antiguos, puentes, el lago, la gente anima al corredor anónimo mientras espera a sus familiares. Aquí tengo una debilidad y es que me gusta mucho animar al público, especialmente si están ensimismados, porque ya es bastante tener que estar esperando mientras pasan corredores y más corredores. Muchos suelen agradecerlo, y más si es un loco que va descalzo. Antes de salir de la ciudad hacia el norte bordeando el lago alcanzo a los rezagados del bloque 2. Agradezco no ir solo aunque me inquieta el hecho de ir adelantando poco a poco a tantos corredores, quizá demasiado rápido?. Compruebo mis sensaciones y corroboro que voy cómodo. Antes del km 15 he alcanzado a la liebre de 3h15m. Ostras!, ya no hay duda, voy pasao!. Me doy cuenta que si me quedo con el grupo haré menos de 3h15m pues ellos salieron antes que yo. Decido quedarme con ellos pero a disgusto. Correr descalzo en aglomeración no es muy divertido. Correr descalzo implica controlar que el suelo es viable, que no hay nada que pueda dañarte, e ir escudriñando el suelo entre pies de corredores no es la mejor opción. Al poco decido ponerme delante del grupo para tener más visibilidad. No volvería a verlos. En todo este tiempo voy escuchando siempre la misma palabra: Barfuß! („descalzo“). Estoy acostumbrado.

Es mi primera maratón de doble vuelta (con un recorrido de 21.1km) y entiendo que la primera vuelta es de prueba, de reconocimiento, de espera a que comience la verdadera maratón. Y así fué, una vuelta plácida y divertida, en realidad eufórica donde todo marchaba sobre el asfalto que aún me parecía seda y donde el ambiente seguía animado. El regreso a la ciudad tras 18 kilómetros es un subidón de adrenalina. Primero pasar por el campo de fútbol con las gradas medio llenas de gente y la megafonía (de un estadio de fútbol) diciendo tu numero de dorsal, tu nombre y comentando que vas descalzo!, je je, no deja de tener su puntillo guay. La ciudad se respira con optimismo, estamos cerrando la primera vuelta, aún quedan 4km pero da igual, se respira y uno en estos casos piensa de otra manera. Atravesamos la parte antigua, bellísima, y sus adoquines, siempre de tamaño distinto, me divierten buscando la mejor opción para la pisada. La gente repite ese mantra eterno: Barfuß, Barfuß. A mi en realidad me motiva. Me imagino Jesús caminando sobre las aguas. Hace 4 años pensaría que un tipo así está para que le encierren, hoy pienso en la lástima de tantos miles de pies encerrados en tela y caucho. El público ocupa las calles, es el último tramo de la media maratón, todos esperan a sus conocidos y mientras tanto se divierten, se maravillan y se asustan o asombran con el tipo que va sonriendo pero descalzo: Guot e fak?!!. La Euforia llega a su fin, se ve al fondo. A la izquierda los que terminan, a la derecha los que siguen. El año pasado fuí a la izquierda, este año me toca a la derecha. Mi sueño esta a la derecha y allí es donde voy con todo mi espíritu y lo que me queda de fuerzas.

21-26km, el Relevo
El mismo camino, exactamente el mismo, y sin embargo si vive de otro modo. Lo primero que llama mi atención es la calidad del asfalto. La primera vuelta me pareció una alfombra de terciopelo como puesta especialmente para la ocasión, mi ocasión. Ahora se me hace hostil. Uff, demasiado pronto. La euforia se enfría. Comienzo a hacer cálculos, mm, no me salen. Huele a épica. La euforia a terminado, es momento de quitarle el volante al chiquillo caprichoso y que alguien con sentido común tome el mando de esta aventura desquiciada. Más adelante vería en el recuento de vueltas que pasé la media maratón en 1h30m, ay ay ay. Pero aún sin tener esos números me quedaba claro que la segunda vuelta iba a ser muy distinta y que iba a necesitar de toda la experiencia y paciencia.

Pasamos de nuevo por la ciudad. El ambiente a decrecido mucho. La mayoría de los participantes se inscriben para la media maratón por lo que la mayoría de familiares y conocidos se van retirando como abandonándonos a nuestra suerte. A partir de aquí los huecos son de decenas de metros. Corredores puntuales al horizontes que recuerdan que la gloria del día está aún más allá. Sonrío a los pocos que continúan animando, qué menos, en el fondo los admiro. La ciudad sigue hermosa aún en esta calma, calma que voy a necesitar, mantener la calma para llenar este pedazo de garrafa de 42km gota a gota, igual que mis pasos, pim pam pim pam. El suelo se hace más gentil por momentos, sé que son ilusiones, que volverá a herir, ya me conozco el camino y se que el km 33 va a ser duro. Pero forma parte de nuestra genética el no adelantar acontecimientos. Lo más inteligente es saber gestionar los acontecimientos y sacar el mejor partido de ellos.

26-35km, Negociando
Llevaré casi dos horas corriendo. La calma ha anexionado mi corazón. Los pies viven lo que me parece un delicado equilibrio en esa delgada línea que cada km se estrecha pero que, cómo si fuera un sueño y sin entender porqué, aguanta firme. Hemos salido de la ciudad y me encuentro de nuevo bordeando el lago con el imponente pico „Pilates“ enfrente. El aire es impresionantemente transparente. Se divisan hasta las montañas nevadas del fondo. El cielo es de un azul que quiere explotar. Cuesta creer que un día de gesta como éste esté decorado de forma tan majestuosa. Seré yo que se me ha ido el perolo y estoy soñando? Cuesta creerlo. Pero nada es eterno y mi meditación se interrumpe con una sensación extraña. El empeine del pie derecho está tocado. No es la piel y tampoco parece un músculo, más bien tendones. No estoy seguro pero una pequeña alerta salta en mi interior. No he llegado al kilómetro 30 y la locomotora parece desmontarse. Dos palabras comienzan a girar en mi cabeza en una danza macabra: „demasiado pronto“. Quien haya corrido la maratón sabe que no es una carrera como otras. Unos piensan que la verdadera maratón comienza en la segunda mitad, otros que en el km 30, otros que en el 36. Yo creo que puedes ir dividiendo los 42 por la mitad y cada nueva mitad es una nueva maratón, un nuevo reto, un nuevo problema que administrar. Con la excepción quizás de los últimos 2 km. Pero no adelantemos acontecimientos.

Tengo la esperanza de que las molestias desaparezcan al rato. Intento concentrarme en mis pasos, en la música, en las caras del poco público que queda, en la luz del día (Dios! qué regalo un día tan hermoso!!). Trato de no pensar, solo distraerme, concentrarme distrayéndome, tengo que engañarme y no pensar en el pié. Creo poder distinguir entre una lesión y una molestia pasajera. Pero el corazón es tan caprichoso como frágil y solo la idea de tener que abandonar por el pie me estremece y me aterra. Tengo miedo pero no pánico, que no es lo mismo. El miedo nos permite sobrevivir, el pánico justo lo contrario. Ni siquiera cuando aparece el primer calambre en el gemelo derecho (un viejo conocido) dejo paso al pánico, en realidad era de esperar, por el poco entrenamiento que tuve y por el precio que tiene abandonarse a la emoción. Comprendo que ha llegado el tiempo de negociar.

Busco un ritmo que mantenga a raya el calambre, sé que es posible, lo he hecho tantas veces!. Nunca he parado para estirar, siempre he pensado que por mucho que estires el calambre no se va a ir, al menos no en esta carrera. Trato de relajarme, concentrarme en la carrera. Queda menos pero… uff, casi 10km. Poco a poco encuentro un ritmo como si de un tipo de interés se tratara. Estoy hipotecado, ahora me toca apechugar y saldar la deuda.

35-40km, La Lucha
Las molestias del pie han ido invadiendo mi principal preocupación. No me ha hecho parar en ningún momento pero a veces tengo la sensación de que va a comenzar a arder. Trato de relajar la pisada y la mente. A todo esto llevo ya más de 12km con los pies saturados. Vamos, vamos, vamos, poco a poco, venga, venga!!!. Entro en el estadio de futbol, busco precipitadamente el césped artificial que la primera vuelta me supo a gloria, blandito y amable, mmm, justo un respiro para mis lacerados pies. No doy tres pasos en la blandura cuando los gemelos de las dos piernas saltan en calambres. Estoy corriendo con dos patas de palo. Cagüentó!!. Ea!!, de nuevo al asfalto. Parece que los músculos se adaptan mejor a la superficie dura. Joder!!!, me siento como Willy Fog quemando el propio barco de vapor donde viaja para terminar su vuelta al mundo en 80 días. Quedan unos 5km, mierda, aunque llegue con los calzones colgando pero hoy esto hay que sacarlo para adelante como sea. Llegaré ensangrentado, acalambrao, cojo, como sea, pero hoy estas montañas que rodean la hermosa ciudad de Lucerna piden épica, qué cojones: Vamooooos!.
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Entramos en la ciudad (a 4km) de nuevo mucha gente mirando la carrera, buscando sus conocidos, ellos saben que llevamos muchos kilometros en las piernas. Muchos corredores se han ido quedando atrás, caminando, otros con calambres. Detenerme no entra en mis cálculos, solo mantener el ritmo a raya, ahí donde me dejan los calambres y los pies saturados. Aún así encuentro un gran disfrute en interaccionar con la gente y chocar las manos con los niños. Estoy en el casco antiguo (3km). Los adoquines ya no me divierten, son mortales para los pies saturados, me mente está a punto de explotar buscando huecos a la velocidad de la luz que resultan ser mediocres. Esto son las 12 pruebas de Hercules o que mierda!?. Al fondo diviso de nuevo el asfalto como un Oasis. Imagino que parezco un borracho corriendo así pero, quién en el km 39 tiene buena pinta? la elite? y a mi qué la elite? „yo he venido aquí a hablar de mi libro“.

40km, Sonrisas y lágrimas
Finalmente el asfalto. No es que desaparezca el dolor. Pero mi mente se relaja y mira hacia el cielo, hacia el horizonte, hacia el norte, allá donde está la meta. Un corredor se pone a mi lado. Corremos juntos. Veo el cartel del kilómetro 40. Se lo enseño y nos sonreímos. Un gesto como otro cualquiera, cotidiano, casi fútil, pero a estas alturas es como la señal que estábamos esperando para soltar las palomas, para comenzar a pensar que sueño o pesadilla se está cumpliendo y que estamos tan cerca como para pensar que va a ser que si, que hoy va a ser ese día que tanto hemos imaginado. Llevo una sonrisa pegajosa en mi cara, ya no se me quitará. Miro a la gente como queriendo compartir cada momento, cada paso, cada respiración de estos maravillosos 2 km. No es que no quiera llegar, que si que quiero y cómo, pero ya no tengo prisa, quiero disfrutar a tope este momento. Y de repente me derrumbo en lágrimas. Al fondo el edificio de la meta. Esta vez es a la izquierda. Acertaré entre estas lágrimas que no me dejan ver ni respirar?. Venga chacho!, con dignidad!. Tranquilízate y entra ahí pa besar la gloria.

Como se hace para describir una curva?, una simple curva de tantas y tantas que tomamos durante los 42.2km?. Quizá el hecho de ser la última la hace especial?, o quizá el hecho de ser aquella que abre el telón del Olimpo y te muestran esos pocos cientos de metros casi en linea recta adornados por una alfombra roja y un público ruidoso y eufórico con ese magnifico arco al fondo que es lo que hemos estado buscando durante todos estos kilómetros?, durante todas estos meses de entrenamiento?, durante todos estos años de descalcismo?, rebuscado entre todos los sueños posibles y que hace que uno de ellos pase a ser una realidad?. Ahora si!, Mierda!!, levanto los brazos y toco el cielo con los dedos como si fuera la primera vez, pero en este caso con los de mis pies desnudos que no dejan de maravillarme.
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en meta
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Adjuntos
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Magnifico paisaje
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