- 11 Oct 2013, 12:54
#20935
Utilizo este título tan peliculero por dos razones; una por hacer referencia a mi primer mensaje añadido en este foro, que ha sido "volver a los origenes" viewtopic.php?f=2&t=2371 y otra porque sé que escribiendo no soy el tío más constante del mundo por lo que puede que dentro de un tiempo, este, pseudo-diario se quede sin nuevas entradas, y solo sea un "origen" con está nueva técnica, de este que "viste y se descalza".
Vengo de correr, como muchos de vosotros, de una larga trayectoria en años, pero unida a unos largos periodos de inactividad. Esa intermitencia viene dada, principalmente, porque somos, o soy, aún no tengo mucha confianza, un "p... perro", y por según que pequeñas lesiones, o grandes molestias, caldo de cultivo de las excusas que encubren que somos, soy, perdón, un "j...ido gandul". La falta de metas, y estímulos, por otra parte también hace mella en esa intermitencia, lo cual no deja de ser otra excusa, porque las metas, y los estímulos, nos los hemos de poner nosotros, ¿no?
Gracias a que os he encontrado, he de decir que el tema del estímulo, en este caso a venido por vosotros, ya que correr descalzo se me presenta como un nuevo y accesible reto.
Después de leer varias cosas aquí y allá... aunque más aquí, me he animado a correr descalzo. Para ello, he utilizado la técnica que se describe en los post de esta web, en cuanto a la cadencia, longitud de pasos, apoyo, etc...
He de decir que la he ido utilizando unos días con las deportivas para pronadores de talón de gel del monte del destino, donde unas hadas... bueno, con mis deportivas, y me fue muy bien. Es otra frecuencia, son otras sensaciones, notas otros músculos, pero muy bien. No bajé prácticamente mi ritmo en cuanto a minutos por Km, aunque ese reto era ya de por sí ridículo, y mi fatiga y recuperación al final de la carrera, fue mucho mejor. De hecho hice una carrera en Vilamarxant usando esta técnica, y pude controlar mejor, y dosificar la energía por cada kilómetro, para llegar a un buen nivel a la meta.
Ilusionado por esos tiempos y reacciones, ayer tuve que vencer otra de mis neuras personales, la vergüenza.
¿Yo, bajar las escaleras de mi edificio, descalzo, y que me vean de esa guisa los vecinos? ¿Tú estás loco?
Por eso me fui en coche, calzado con unas chanclas, que aún en este tiempo en Valencia, está bien visto, y me he ido al rincón más recóndito y pisable que he podido, un parking.
He bajado del coche y me he quitado las chanclas, pié contra asfalto, es fresco y liberador. Ya sé que se debe estirar y calentar, pero no me he podido resistir y me he lanzado a correr. Por acera, bastante ancha de losetas rectangulares.
Me ha parecido una pasada. Sin intermediarios, sin coberturas esponjosas, sin mimos. Tus pies, con tus dedos, tu planta y tu talón, mandando señales al cerebro... ¿qué es esto?. Frío, piedras minúsculas, vidrios de botella, hojas, distintos tipos de adoquín, en según qué zonas. Todo eso lo analiza tus pies, y tus ojos, diciéndote lo que es o no permisible, lo que debes evitar y lo que es nimio. No os lo creeréis pero no he tocado ni un vidrio de la botella rota. La he evitado aunque aquí y allá habían desperdigados pequeños trozos.
He avanzado, y luego un poco más, un kilómetro y luego otro más, así hasta cinco, y más no porque debía llevar a mi mujer en coche en unos minutos. No me lo podía creer. No voy a negar que hayan habido piedras algo molestas, ni que me ha salido una ampolla en cada talón, ni que me da apuro cuando la gente me mira los pies descalzos, pero no es nada comparado con la sensación de que, de algún modo tomas el control. Que de algún modo eres un animal más en la jungla de la ciudad.
Vengo de correr, como muchos de vosotros, de una larga trayectoria en años, pero unida a unos largos periodos de inactividad. Esa intermitencia viene dada, principalmente, porque somos, o soy, aún no tengo mucha confianza, un "p... perro", y por según que pequeñas lesiones, o grandes molestias, caldo de cultivo de las excusas que encubren que somos, soy, perdón, un "j...ido gandul". La falta de metas, y estímulos, por otra parte también hace mella en esa intermitencia, lo cual no deja de ser otra excusa, porque las metas, y los estímulos, nos los hemos de poner nosotros, ¿no?
Gracias a que os he encontrado, he de decir que el tema del estímulo, en este caso a venido por vosotros, ya que correr descalzo se me presenta como un nuevo y accesible reto.
Después de leer varias cosas aquí y allá... aunque más aquí, me he animado a correr descalzo. Para ello, he utilizado la técnica que se describe en los post de esta web, en cuanto a la cadencia, longitud de pasos, apoyo, etc...
He de decir que la he ido utilizando unos días con las deportivas para pronadores de talón de gel del monte del destino, donde unas hadas... bueno, con mis deportivas, y me fue muy bien. Es otra frecuencia, son otras sensaciones, notas otros músculos, pero muy bien. No bajé prácticamente mi ritmo en cuanto a minutos por Km, aunque ese reto era ya de por sí ridículo, y mi fatiga y recuperación al final de la carrera, fue mucho mejor. De hecho hice una carrera en Vilamarxant usando esta técnica, y pude controlar mejor, y dosificar la energía por cada kilómetro, para llegar a un buen nivel a la meta.
Ilusionado por esos tiempos y reacciones, ayer tuve que vencer otra de mis neuras personales, la vergüenza.
¿Yo, bajar las escaleras de mi edificio, descalzo, y que me vean de esa guisa los vecinos? ¿Tú estás loco?
Por eso me fui en coche, calzado con unas chanclas, que aún en este tiempo en Valencia, está bien visto, y me he ido al rincón más recóndito y pisable que he podido, un parking.
He bajado del coche y me he quitado las chanclas, pié contra asfalto, es fresco y liberador. Ya sé que se debe estirar y calentar, pero no me he podido resistir y me he lanzado a correr. Por acera, bastante ancha de losetas rectangulares.
Me ha parecido una pasada. Sin intermediarios, sin coberturas esponjosas, sin mimos. Tus pies, con tus dedos, tu planta y tu talón, mandando señales al cerebro... ¿qué es esto?. Frío, piedras minúsculas, vidrios de botella, hojas, distintos tipos de adoquín, en según qué zonas. Todo eso lo analiza tus pies, y tus ojos, diciéndote lo que es o no permisible, lo que debes evitar y lo que es nimio. No os lo creeréis pero no he tocado ni un vidrio de la botella rota. La he evitado aunque aquí y allá habían desperdigados pequeños trozos.
He avanzado, y luego un poco más, un kilómetro y luego otro más, así hasta cinco, y más no porque debía llevar a mi mujer en coche en unos minutos. No me lo podía creer. No voy a negar que hayan habido piedras algo molestas, ni que me ha salido una ampolla en cada talón, ni que me da apuro cuando la gente me mira los pies descalzos, pero no es nada comparado con la sensación de que, de algún modo tomas el control. Que de algún modo eres un animal más en la jungla de la ciudad.